Hoy hemos escuchado otra vez la frase: “estamos ante una crisis de confianza”. Nunca le prestamos mucha atención porque la considerábamos un eslogan político. Vamos a profundizar en esta sentencia.
La grave falta de liquidez que padecemos a nivel público y privado es producida por el excesivo apalancamiento de la sociedad y por la incapacidad para cumplir con nuestras obligaciones y seguir al ritmo de vida que nos gustaría. Hemos estado viviendo de prestado durante más de una década para mantener un tren de vida, a todas luces por encima de nuestras posibilidades, sin ser capaces de generar tanta riqueza como la que estábamos consumiendo y ahora no tenemos riñón para hacer frente a nuestros compromisos. Es decir, hemos recibido dinero para que, como buenos latinos, nos lo gastemos en sacar barriga en lugar de ser un tanto más comedidos y haber regenerado nuestro tejido productivo, diversificado nuestra industria, mejorado nuestra competividad, formado a nuestros equipos, en definitiva, haber aprovechado el tiempo y los recursos de que deponíamos en aras de un mejor porvenir.
Esos señores, empresas o instituciones que en su día pensaban que podían poner sus recursos en nuestro país, porque éramos solventes, porque teníamos un país con seguridad jurídica, porque habíamos demostrado ser competentes, porque no estábamos endeudados, porque ellos necesitaban mercados donde vender su productos -que todo hay que decirlo-, porque había exceso de circulante -que también hay que decirlo- y por muchas otras verdades, nos dieron fiado. Cumplieron con uno de los cometidos de la banca que no es otro que dar financiación a quien en ciertas condiciones la pide con el fin de que quien no dispone de recursos lleve a cabo sus proyectos: desde mejorar el país hasta hacer celebrar las bodas de oro. Dentro cabe un amplio espectro de ideas, de sueños e luiciones en los que las entidades financieras no se tienen que meter, o no deben meterse, siempre y cuando haya garantías, haya certeza de que el deudor va a cumplir con sus pagos.
La consecuencia general de permitir el acceso universal a la financiación es el consumo excesivo y el sobreendeudamiento, una prosperidad temporal e ilusoria que conduce finalmente a la pobreza y al remordimiento. Al contraer una deuda; concedes a otra persona poder sobre tu propia libertad. Si no puedes pagar en ese momento, te avergonzarás al ver a tu acreedor; temerás cuando le hables, murmurarás excusas pobres y lastimosas, y poco a poco irás perdiendo veracidad, y te hundirás hasta el fondo en la más completa mentira; el segundo vicio es mentir, y el primero contraer deudas; según Poor Richard´s Almanac publicado por Benjamin Franklin a mediados del siglo XVII.
Ahora, pasamos de inversores que nos dan crédito a especuladores que nos reclaman la deuda, demostrando que merecemos estar inmersos en una crisis de confianza.
La confianza, el honor, la honra, es algo que cuesta mucho ganarse y que se pierde en cuestión de segundos.
El honor no se gana en un día para que en un día pueda perderse. Quien en una hora puede dejar de ser honrado, es que no lo fue nunca.
- ¿O no? Pregunto.